lunes, 13 de febrero de 2012

Mañana perdida

Por si alguien no lo sabía, soy estudiante de 2º de bachillerato, concretamente del bachillerato científico. En una de esas mañanas que te levantas con el pie izquierdo y te tienes que pasar 6 horas escuchando gente sin parar y prestando atención, me puse a escribir esta dura crítica camuflada por un sentimiento de angustia y frustación, siempre con un carácter filosófico. Este relato está prácticamente hecho mediante la escritura automática, así que había momentos que escribía pensando en otras cosas; es por eso que se puede ver un clarísimo reflejo de mi mente en él.


     El día es claro, con un cielo añil impropio e inusual en esta época del año, aunque acompañado del frío anunciado repetidas veces y que acompaña nuestras vidas desde hace más de dos semanas. La monotonía típica de un día laboral, a veces interrumpida por algún que otro comunicado megafónico, merma mi psique hasta límites insospechados y obliga a mi mente a deshacerse de los yugos de la atención y la memorización con objeto de viajar incorpóreamente por todos aquellos recónditos lugares en los que muy a gusto reposaría plácidamente hasta llegar al alba. Estar rodeado de tanta gente con cara somnolienta despierta mi interés en escapar de una vez por todas, olvidarme de los problemas que corroen mis entrañas y poder viajar libre sin rumbo, durante todos los años de los que disponga en mi vida. Pero no puedo. Ahogo un grito de angustia con una tos ronca y áspera, producto de un humo inhalado horas atrás, un humo denso e hiriente para mi cuerpo, aunque actúe como una especie de panacea para mi agotada alma. Quiero salir de aquí, relajar los sentidos y vaciar mi mente de cosas innecesarias, meras fruslerías para mi cerebro, para así centrarme en lo que de verdad importa, en lo que se centra la vida de cuantos he conocido. Pero uno no puede abstraerse así como así, dejando de lado las preocupaciones y los fantasmas que invaden nuestras vidas para llegar hasta donde nos permite la imaginación.

     Siento un incesante hormigueo que sube y baja por mis piernas, aletargadas y cansadas de estar toda la mañana en una misma posición, y llega hasta mis brazos, que, inquietamente, cambian de posición sistemáticamente cada medio minuto, impacientes por abandonar su hibernación diaria. Una monótona voz taladra mis oídos y me extrae a cada segundo de mi oasis de conocimientos, externos a los que tratan de inculcarme día tras día desde que la memoria me funciona. Mis ojos entran en constante combate contra el sueño, a fin de no dormirme durante las importantes banalidades con las que me bombardean desde primera hora de la mañana hasta que dan cierta cancha para ir a casa a descansar. Oteo el horizonte, pero sólo llego a ver las rojizas paredes de los edificios cercanos, con los ir y venir de la gente que los habita, con sus insulsas vidas y sus problemas superficiales. Frustrado por este encierro deliberado sólo me queda dejar pasar el tiempo hasta que llegue la hora de partir.

     No obstante, el pensar en la vuelta a casa no sosiega mi espíritu, al contrario, hace que recuerde mi situación vital en esta sociedad; subyugado a terceras personas que, aunque me procuren el cumplimiento de mis necesidades, no deja de ser una fría relación entre el amo y su esclavo. Los latigazos de rutina y ensimismamiento que recibo constantemente impide que pueda deshacerme del mundanal materialismo para explorar todas las caras que me ofrece el conocimiento absoluto, al que sólo puedo acceder siendo yo mismo, no como persona, si no como yo mismo. Ensimismado en todas estas ideas, me he aislado sin darme cuenta en mí mismo, algo que creía imposible y muy fructífero; pero me he equivocado en ambas afirmaciones: no es algo imposible, pero tampoco es útil. Posiblemente me sienta atrapado, pero no por una sociedad opresora, si no que yo mismo me he encerrado entre mis pensamientos y me he aislado del mundo durante unos preciosos momentos en los que he reflexionado profundamente y me he introspeccionado. Quizás la solución no sea salir de uno mismo, si no atreverse a entrar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario