viernes, 15 de febrero de 2013

La gran aventura de Al - Capítulo 3

     Al abrió los ojos. Se encontraba en una cochambrosa celda, sucia, oscura, húmeda, fría, y el ascensor no funcionaba. Aprovechando su poder para atravesar cosas líquidas, corrió hacia los barrotes para pasar al otro lado. Desgraciadamente, los barrotes no eran líquidos, así que se metió la hostia de su vida. Anonadado por las fuertes medidas de seguridad, sacó la llave de la celda para abrir el cerrojo. Luego se dio cuenta de que no era una llave, si no un cangrejo. Y no un cangrejo normal, no, era una cangrejo radiactivo. Éste le dio un pellizco a Al y le transfirió su poder, su poder radioactivo. A Al comenzaron a salirle tumores, tumores que susurraban, sobretodo a los caballos, y le decían cosas, como el secreto de la muerte o la salida secreta para salir de ahí. No obstante, Al llevaba puestos los auriculares de su MP3, así que no oía nada. Derrengado, decidió irse a dormir, no sin antes ponerse el pijama y encender la chimenea. Mientras cortaba algo de leña del jardín para la chimenea, un topo pasó por allí, mas no era un topo normal; era un pingüino. Un pingüino rosa. Éste vio a Al mientras cabalgaba en su caballo por el circuito de hípica de la celda y se acercó a hablarle:

-¡Hey! Amigo, ¿por qué estás aquí?
-No lo sé, me capturaron mientras emprendía mi aventura- respondió el cangrejo radiactivo.
-Vaya... Ojalá pudiera ayudarte en algo, pero sólo soy un pingüino rosa con una llave maestra.
-Jopé... Primero nos capturan y luego no nos dejan salir... ¡Vaya asco de día!

     Al pronunciar esas palabras, el suelo comenzó a temblar y crujir y una poderosa e inaudible voz se oía de fondo. El pingüino, asustado, se comió la cerradura de la celda y luego se fue volando, lejos. El cangrejo aprovechó para salir de ahí corriendo, seguido de Al, mientras el suelo y las paredes se agrietaban. Oleadas de calor emergían desde el centro del planeta y una ola de lava recorría los pasillos.

-¿Pero qué pasa?- preguntó el cangrejo.
-Has pronunciado las palabras prohibidas que despiertan al dios de los topos, la bella y hermosa Tuneladora- respondió Al.
-¿La que hace túneles?
-No, esa es su hermana Conchi. Ella se dedica al bricolaje.
-¿Y por qué nos quiere matar?- habló el cangrejo sin parar de correr.
-No lo sé... Lo único que sé es que nos quiere matar por comernos su pastel.
-¡Yo ya te dije que era mala idea comerse ese pastel!

     Nuestros amigos... bueno, los vuestros, que a mí no me caen bien. En fin, el cangrejo radiactivo y Al siguieron corriendo por los laberínticos túneles, sin saber muy bien hacia dónde ir, hasta que llegaron a una puerta. En ésta había un cartel que decía: "Prohibido fumar. Espacio libre de humos.".

-¿Qué hacemos? ¿Entramos?- preguntó Al.
-Sí, será lo mejor. Tú no estás preparado para sobrevivir a la lava.- respondió el cangrejo.
-¿Y tú sí, gilipollas?
-Claro, ¿no ves que soy un cangrejo?
-¡Ah! Pues tienes razón. Perdona entonces.
-No te preocupes.
-¿Vais a entrar o qué? No tengo todo el día- dijo enfurecido el cartel.

     Ambos entraron de sopetón en la estancia. Por desgracia, esa sala resultó ser la sala de reuniones del ejército de topos. Por suerte, en ese momento no había ninguna reunión en marcha. Por desgracia, el ejército había ido allí a pasar la tarde. Y ahora estaban apuntando a nuestros dos héroes con sus picos-ametralladoras.

-Al, ¿te acuerdas del día en el que nos conocimos?- dijo el cangrejo radiactivo.
-No, ¿me lo podrías contar? Este parece un buen momento.
-Claro, pero lo haré en el próximo episodio, para mantener la intriga entre nuestros lectores.
-¿Lectores? ¿De qué coño estás hablando, cangrejo?
-¡Adiós chicos, nos vemos pronto!
-¡¿Pero con quién hablas?!
-Y no olvidéis comer mucha verdura. Sobretodo la verde.
-¡Cangrejo! ¡¿Nos está observando alguien?! Tengo miedo...

martes, 12 de febrero de 2013

Rutina

Amanecer. Luz. Despertar. Pesadumbre. Gris. Neblina. Tumulto. Marcha. Prisa. Velocidad. Ahogo. Opresión. Trabajo. Silencio. Concentración. Cansancio. Monotonía. Automatismo. Cadena. Agotamiento. Malestar. Dolor. Sufrimiento. Libertad. Respiro. Alegría. Liviandad. Llegada. Felicidad. Ocaso. Adormecimiento. Sueño. Imaginación. Engaño. Yugo.

domingo, 10 de febrero de 2013

Colgante maldito

     En todas las largas travesías en las que me he embarcado han sucedido cosas increíbles, sucesos totalmente inverosímiles que no se creería ni el más fantasioso lobo de mar. No obstante, lo que ha sucedido esta vez es incluso más irreal, hasta el punto que ni yo sé exactamente lo que ha sucedido; y no estoy hablando de ninguna monstruosidad marina ni de una abominación de la naturaleza, no; de hecho, asombra la repercusión que ha tenido en mí algo tan pequeño, tan insignificante. Es ese maldito colgante, tan hermoso como peligroso, con una forma extraña, como una gota de lluvia, o quizás una lágrima petrificada. Lo encontré entre los restos de la última escaramuza, en el frío cuello de una niña, una hermosa e inerte niña. No sé qué me impulsó a hacerlo, pero el hecho es que lo cogí, y por ello estoy en este tremendo embrollo. He dejado mi navío con toda la tripulación a la deriva, a merced de nuestro Señor, y he huido como una asquerosa rata, no sin antes inutilizar el timón de mi hermoso barco. Sólo me ha dado tiempo a coger el cuaderno de bitácora y el colgante, antes de apresurarme a surcar los siete mares en tan cochambroso bote con la única compañía de mi soledad y unos remordimientos insufribles. Un pirata curtido como yo no habría hecho tal temeridad, pero el artefacto me nubla el cerebro y no me deja pensar. Lo único sensato que he podido hacer es lanzar el terrorífico abalorio al mar, esperando que éste lo engulla y lo haga desaparecer para siempre. Ahora sólo queda esperar, esperar una devastadora tormenta que deshaga mi modesta embarcación en mil trozos y me envíe a las profundidades del océano, donde merezco estar. Sólo espero que este cuaderno llegue a manos de otro, es necesario que todo el mundo conozca el peligro de tan detestable artefacto, ese colgante... colgante maldito.

miércoles, 30 de enero de 2013

Inspiración mañanera

     El dulce aroma del café recién hecho embriaga mis sentidos, evocándome recuerdos de mi infancia, de cuando mis padres se reunían con sus amigos en casa mientras alimentaba mi mente con la palabra escrita. El leve murmullo de las anécdotas de estudiantes se mezcla con las risotadas y las vivas voces del profesorado, en una ágil danza de sonidos, acompañados de los ruidos característicos de una cafetería de instituto. Protegidos por un manto de calor humano se vislumbra la gélida brisa de enero, creadora de una poderosa orgía entre las verdes hojas de los árboles que aún las mantienen. Con mano firme agarro uno de los bolígrafos que hay dispersos por la vasta y fría mesa, cediéndole parte de la moderada temperatura que proporciona mi mano, mientras con la otra acaricio suavemente el rugoso papel. Cierro los ojos mientras acerco el utensilio de escritura a mis labios, rozándolos y poniendo en contacto el liso y pulido plástico con mis comisuras. Aguardo unos instantes, viendo pasar una ráfaga de ideas por mi mente y, oteando el horizonte del pensamiento, intento discernir alguna, sin éxito. Aún con la mente en blanco, acerco la punta impregnada de tinta a la hoja blanca como la nieve, y con un leve contacto inicio el relajante movimiento de la escritura, trazando finas líneas y engendrando limpias y pulidas letras mientras la inspiración borbotea en mi interior y mi cabeza rezuma las palabras, lenta pero constantemente.