lunes, 13 de noviembre de 2017

Rocas nubosas

Como ver un océano. Un océano muerto, vacío, turbio, corrupto, negro, apagado. Pero un océano, al fin y al cabo. Una basta extensión de bruma sirve las veces de alfombra, bajo la que esa podredumbre se esconde del oteo y el sondeo. Un horizonte, más allá del cual se esconde aquello que jamás será descubierto. Denso y etéreo al mismo tiempo, una seda de acero peinando un relieve invisible. Y ríos como tentáculos de niebla, desplazando esa masa húmeda de una forma coreografiada, como si fuera un espectáculo ensayado tiempo atrás. Fuerza y debilidad en el movimiento, una mecánica orgánica y rocosa. Contemplar ese fenómeno es como mirar directamente al abismo.

Y esos colmillos afilados que escarpan de la putrefacción y se alzan, rebeldes, ante las caricias del humo blanco, connotando unas atalayas ciegas que sirven poco más que meros abalorios ante tal terrible visión. Un capricho de la naturaleza que contrasta con todo lo demás, con esa planície infinita la rebeldía del fondo abisal se palpa como la realidad, aquello bajo lo único que podemos hacer es admirar.

La bóveda que arropa esa irregular visión, azabache y profunda, mantiene fijados todos los elementos al lienzo multidimensional que forman un garbo tal como infinito es el espacio. Un recordatorio constante de la pequeñez, de la insignificancia que supone toda la obra. El mar infinito, los brotes naturales de la roca... y nosotros. Es complejidad aquello que nos llega, mas simpleza es aquello que vemos. Una uniformidad injusta que se atribuye a un escenario para nada uniforme. Una danza constante y arbitraria, que pone en movimiento la calma absoluta. Es... como ver un océano. Un océano muerto, vacío, turbio, corrupto, negro, apagado. Pero un océano, al fin y al cabo. Un océano pleno.



viernes, 29 de septiembre de 2017

Soledad multitudinaria

Sí, si yo lo entiendo. Es complicado darse cuenta, pero ahora no hay marcha atrás. Estoy lejos, muy lejos de mi casa, y no existe un lugar. Ese lugar. Mi lugar. No levanto la mirada esperando buscar caras conocidas, la levanto esperando no encontrar caras. Aunque, bueno... no, en realidad no la levanto. De mis labios sale poco más que un eco reverberante, una lacia sonrisa y ni una brizna de brisa. Un muerto en vida.

Y esos sentimientos. Esos sentimientos. Camina, no mires, pasa, sigue, acelera, vista al frente, ya no te ven... respira. Respira. Respira. "Hoy será el día". No. No lo será. Cien caras. Doscientos ojos. Todos juntos, es... imposible. Como tratar de escalar una montaña con las manos desnudas. Imposible.

Hablan. Dicen algo. Una fugaz mirada, una risotada y una complicidad ajena. Sabes que es por ti. Pero no lo sabes. Ni lo sabrás. Crees en ello porque no hay alternativa. Mírame, soy pusilánime, frágil, una mierda. Y aún así, con demasiado ego para no ser yo. Sí, soy yo. Hablan de mí. Todos. Me juzgan. Me miran. Me critican. Soy peor que cada uno de ellos, y lo saben. Soy una farsa. Soy horrible. No puedo. No puedo, no puedo, no puedo.

Y allí está. Una mano tendida, una sonrisa amable, una mirada cándida. Uno a uno. Esa es la estrategia. Uno a uno. El tiempo será eterno, pero más profundo llega mi mente. ¿Por qué? ¿Por qué yo?

Solo. Quiero estar solo. No quiero estar solo. Estoy solo. Otra vez. Solo.

miércoles, 23 de agosto de 2017

Reflexiones de una vida vacía

Mira cómo caen las hojas de los árboles. Esas hojas rojas, marrones, amarillas. Despojos marchitos de lo que tiempo atrás fueron, de lo que pudieron haber sido. La naturaleza es así: macabra, ruin, tirana. Uno no puede evitar sentir pena de lo que sucede. Y aunque sea algo inevitable, los sentimientos siguen ahí, recordándole a uno el final que le aguarda a todos por igual, ya sea un hombre, una mujer o, simplemente, una triste e inofensiva hoja colgando de la rama de un cedro. Todo ello muy descorazonador... pero llego tarde.

Aparto la vista de la ventana y me pongo a recoger los apuntes esparcidos por el escritorio. El examen es en menos de media hora; no sé si podré llegar a tiempo. Desayuno lo primero que encuentro, lo que acostumbro a desayunar cada mañana: un vaso de leche y un par de galletas mal masticadas. Con el estómago aún protestando, voy directo al baño, a lavarme la cara, a cepillarme los dientes, a peinarme... Levanto la vista y lo veo. Unos ojos color café, enrojecidos y adormilados. Y más allá, una profunda mirada de cansancio, traída desde lo más recóndito del alma de un pobre pusilánime que no aspira más allá de lo que cree poder conseguir. Una mirada que invade tu ser, que te intenta decir algo. Esa mirada, tan típica de mi otro yo del espejo, siempre me atrapa, siempre consigue absorberme. Asquerosa mirada. Cómo te odio. ¡Llego tarde!

Corro por entre los viandantes, esquivando mochilas, carteras y bolsos, aquí y allá, personas sin rostro, libros cerrados que nunca leeré. Maldita sea, debería estar repasando para el examen, no reflexionando sobre la vida de otros. ¿Qué me pasa? Cruzo en rojo, esquivo una moto de milagro, me recoloco las asideras de mi mochila sobre mis hombros, sigo la estela de otros estudiantes. Allí está Jorge, allí Damián, allí Lucía, allí... bueno, mucha más gente. ¿Qué más da? Saludo rápido al conserje, los escalones de dos en dos, demasiada gente en el pasillo. La puerta, allí está, por fin, ya llego, el examen, deprisa, me quedo sin aire.

Fuera se está levantando un gran vendaval. No tiene pinta de que vaya a llover, pero el cielo está nublado a más no poder. Pobres ilusos, allí abajo, ataviados con sus gabardinas y sus fulares, intentando en vano combatir el viento mientras van de bocanada en bocanada de aire, implorando un par de minutos más de su insulsa vida. Y mientras tanto, yo estoy aquí, sentado, calentito, paladeando todo el tiempo del que dispongo para terminar el examen, disfrutando de la relajación que supone el poder malgastar algo de tiempo. Horas y horas estudiando día y noche, desde hace semanas, ¿para qué? Un examen en el que sacaré la mejor nota. Otra vez. Como siempre. ¿Para qué? La mejor nota, de nuevo. Ha perdido todo su significado. ¿Para qué? Maldito yo, deja de pensar en esas cosas, me voy a acabar poniendo malo. Piensa en otras cosas. Otras cosas, otras cosas... Ahí está... ¿cómo se llamaba? ¿Laura? Bueno, la que siempre saca malas notas; las peores, a decir verdad. Siempre anda con ojos enrojecidos y adormilados, acompañados de una profunda mirada de cansancio. Si no ha sido una fiesta en alguna discoteca, ha sido un polvo con su noviete, y si no, alguna borrachera con sus amigas. Siempre de aquí a allá, eludiendo responsabilidades. Qué vergüenza. Espero que lo haya disfrutado, pues lo que es el examen, una vez más, pasará sin pena ni gloria a engrosar la lista de cosas que está tirando a la basura. La verdad, me siento orgulloso de mí mismo. Mi lista de cosas que estoy tirando a la basura está vacía, y así seguirá mucho tiempo. Tengo muchos años por delante, puedo esperar para salir con amigos, para tener novia, para perder el tiempo en chorradas.

Otra hoja ha caído. El examen ha ido bien, y ya me puedo olvidar de él. Ahora mi cabeza está habitada por absurdas ideas que me embargan desde esta mañana. Qué rabia. Mi cerebro parece dispuesto a mantenerse pensando esas tonterías todo el día. Tengo cosas que hacer, ¿sabes?

Otra hoja más. Cómo pasa el tiempo.

¿Qué más me da a mí? Tengo tiempo de sobra. Toda la tarde para comenzar a preparar el próximo examen, dos semanas por delante para estudiármelo a fondo y un par de horas más para hacerlo. Y luego otra vez. Y otra. Y otra.

Mira cómo caen las hojas. El aire las mece en su caída, acompañándolas mientras danzan, alegres por desprenderse de las ataduras que las han mantenido cautivas todo el verano. En el suelo se arremolinan, van de aquí a allá, juegan entre ellas. Es un espectáculo digno de admirar, hecho para ser visto. El otoño es una metáfora. Una metáfora de que todo acaba y vuelve a empezar. Se va una época, entra otra. Igual que las hojas que caen. Una vez. Una tras otra. Y de nuevo. Y otra. Y otra. Y otra. Todas igual que la anterior.

¿Por qué no cambiar?

sábado, 6 de mayo de 2017

Calla y aprende, gilipollas

Te perdono. Has sido un imbécil, egoísta e infantil. Creeías que toda la culpa era de los demás, que tú estabas libre de culpa. Pero nada más lejos de la realidad.

Siempre he pensado que eras un causante de problemas, pero no era realmente así. Sí, eres el origen de la mayoría de los problemas que te rodean, pero paradójcamente, tampoco tienes la culpa. Todos nos rodeamos de unas u otras situaciones, y lo importante es que tú ya no tienes miedo de ninguna de ellas. Has superado situaciones tan complejas, que no puedo más que mostrar admiración.

Pero tampoco perdamos el foco.

Sigo pensando que eres gilipollas, que la cagas a cada buena acción que intentas realizar, que te crees el más inteligente y el más experimentado de todos cuanto te rodean. Y te voy a dar una pista; no es así. No eres más que una persona normal y corriente, rodeada de personas normales y corrientes, con el mismo potencial que podría tener tu vecino. La única diferencia notable es que te conozco bastante bien, y aunque a veces me sorprendas para mal, siempre consigo aprender de esos grasos errores que cometes.

Es hasta divertido pensar en la inmensa cantidad de errores que has cometido para llegar hasta donde has llegado. Tu vida no se basa más que en un reguero de malas decisiones, fallos, mentiras y mucha angustia. Pero es que eres gilipollas, y eso sólo el tiempo lo cura.

La verdad es que te quiero, me gusta el como eres y créeme cuando te digo que no te cambiaría por nada del mundo. Ojalá hubiese alguien más como tú, eso haría que no me sintiese tan solo. Pero bueno... sólo pido que reacciones, aprendas y recctifiques, pero no a cambio de sacrificar quién eres, si no simplemente haciéndote más grande y más sabio. Es lo que tiene crecer.

Con todo el respeto y cariño que siento hacia ti, te dedico un enorme abrazo, que sé que lo necesitas.

Sólo de mí para... mí.

viernes, 5 de mayo de 2017

Sólo si quieres

Si quieres vivir, vive. Si quieres morir, muere. Toma tu camino, constrúyelo. Delante tuyo está todo, detrás estás tú. Avanza, camina, atraviesa, lucha, consigue, sufre, empodera, siente. 

Si quieres empezar, empieza. Si quieres terminar, termina. Pero no ceses, persiste. Aguanta las mareas, soporta las tormentas. Todo aquello que eres, fuiste y serás no está escrito. Blande la cuchillas que rebana la realidad y moléala. No te postres. No te achantes. La jungla está fuera, y tú, en medio.

Si quieres avanzar, avanza. Si quieres retroceder, retrocede. Domina tu ser, dómalo. Siéntete afortunado, sonríete. Date las gracias, ahora, antes y siempre. Eres la última persona que va a quedar después de todo. Eres la primera persona que comenzó a caminar. Tiéndete un brazo. Y otro. Y otro. Pero no dejes que te caigas.

Si quieres luchar, lucha. Si quieres abandonar, abandona. Domínate, y no dejes dominarte. Cálmate, y no vayas calmado. Apresúrate, y no vayas deprisa. Toma aire y respira.

El camino bajo tus pies no existe. La ilusión de creer en tus muros impedirá que te construyas. Así pues, adelante.

Si quieres vivir, vive. Si quieres empezar, empieza. Si quieres avanzar, avanza. Si quieres luchar, lucha. Si quieres... puedes.


lunes, 1 de mayo de 2017

La gran aventura de Al - Capítulo 5

Bueno, bueno, bueno... Haremos ver que no se ha visto afectada para nada la continuidad de esta historia, ¿vale? Si me estás respondiendo en voz alta, gracias, pero recuerda que yo no soy las letras. Yo soy un tipo que escribe estas letras que tú estás leyendo. Y si no has respondido... pues eres un maleducado.

El caso es que Al y el cangrejo radioactivo estaban en serios problemas con los topos. Ya sabéis, pese a ser ciegos, por algún motivo los rodearon y ahora necesitan un plan para escapar. Pero no un plan magistral, ni siquiera un plan bueno. Sólo un plan normalucho. Como por ejemplo...

-Oye, cangrejo- comenzó a decir Al. -Dado que estamos en serios problemas con los topos, pese a ser ciegos, necesitamos un plan para escapar. No un plan magistral, ni siquiera...
-Ya, ya, ya- Interrumpió el cangrejo -, sé leer, gracias.
-Bueno, ¿y se te ocurre algo?
-Pues sí. Da la casualidad de que yo no salgo de casa por las mañanas sin mis barritas de cereales ni sin ojiva nuclear de alta potencia. Podríamos usar cualquiera de las dos para huir.
-Entiendo...

Y tal como Al terminó la última palabra, alargando innecesariamente la última vocal, el cangrejo dio un salto extremadamente alto (como de unos 146 metros, aproximadamente) y aterrizó sobre Al blandiendo la barrita de cereales por delante suyo. Al, ante la sorpresa de que un cangrejo tomase alimentos ricos en fibra para mejorar el tránsito intestinal, había abierto mucho la boca, tanto que el cangrejo pudo entrar sin más problemas en su interior.

¿Qué sucederá a continuación? Pues aquí un avance del próximo episodio: el cangrejo estará dentro de Al, perturbando así su metabolismo externo (el interno quedará intacto, por supuesto, si no el pobre Al moriría). Y sí, es posible que al final escapen de los topos. O no. Tampoco es que importe demasiado. Es decir, llevan como dos episodios quietos en el sitio mientras os cuento mis mierdas. SI hasta ahora no han hecho nada, dudo que lo hagan ya. Pero bueno, mantendremos el suspense durante un rato más. ¿Sobrevivirán Al y cangrejo? Ehm... bueno, es evidente que sí. ¿Qué imbécil podría pensar que no fuera a ser así? No me gusta matar a mis protagonistas en medio de la historia. Es decir, no me considero un gran escritor, pero es importante remarcar que tras mis incont

sábado, 29 de abril de 2017

Bloqueo

La cabeza llena, el alma vacía. Todo parece una buena idea, hasta que se cumple. Grandes torres que se derrumban, grandes castillos que se vienen abajo, todo pasa por ese maldito filtro. Hay quien lo llama trabajo, otros realidad. En realidad, yo no lo llamo, él me llama a mí. Es como una fuerza de atracción repulsiva, en ambos sentidos, que pervierte mi mente y prostituye mis ideas. ¿He encontrado quizás el techo de lo posible? ¿No son las palabras suficientes para expresar lo que llevo dentro?

Quizás un margen, eso es, un margen de tiempo. Demasiado tiempo es malo, demasiado poco aún más. Tanto por hacer, y tanta energía consumida ya. Mis demonios se apoderan de mí, me obligan a desvivir, a no hacer nada. Total, ¿quién dijo que los siete pecados capitales no existen?

Despojado de todo cuanto he querido, ya sólo me quedo yo. Pero ni yo me quiero. Es raro, es confuso y, sobretodo, es cargante. Todo un universo en mi interiror, bloqueado por una barrera inquebrantable. Sólo me queda hurgar por entre las comisuras del intelecto, conseguir unas migajas de lo que antaño conseguí hacer. Sacar lustre a mis ideas, perfeccionar la mente, y así, con el tiempo, todo volverá a su cacuce.

Total, ¿para qué?

domingo, 26 de febrero de 2017

Todo dentro de nada

Una cuerda dentro de un electrón. Un electrón dentro de un átomo de hidrógeno. Un átomo de hidrógeno dentro de una molécula de agua. Una molécula de agua dentro de una gota de agua. Una gota de agua dentro de un fitoplancton. Un fitoplancton dentro de un mero. Un mero dentro de una ballena. Una ballena dentro de un mar. Un mar dentro de un océano. Un océano dentro de un planeta. Un planeta dentro de un sistema planetario. Un sistema planetario dentro de una galaxia. Una galaxia dentro de un grupo. Un grupo dentro de un universo. Un universo dentro de una realidad. Una realidad dentro de un multiverso. Un multiverso dentro de un infinito. Un infinito dentro de la nada.

Desgarrado

Me asomo por la ventana y te veo. Mantienes esa sonrisa, ese brillo en los ojos, esa despreocupación irradiante.

Y cae sobre mí una puñalada en forma de latido.

Esa felicidad que te rodea, esa gente de la que te envuelves, divide mi alma en una feroz guerra civil. Deseo fervientemente que tengas gozo en tu vida, pero más deseo aún que ese gozo sea... a mi lado.

La melancolía se cierne sobre mí, como la noche sobre el día, y ensombrece mi persona. El galante caballero de brillante armadura se imbuye de oscura desazón.

No tomes a mal mis acciones, no tomes en verdad mis palabras, no dejes que el espejo decida. Quiero alargar la mano y tenerte, mas temo romper la frágil aura que te rodea.

Mucho esfuerzo para ambos en vano, seguir por nuestros caminos, avanzar sin mirar atrás. Esa yuxtaposición contrapuesta que atenaza mis sentidos me vence.

Quiero respirar, pero no puedo. Quiero vivir, pero no puedo.

Búscame entre las enredadas cadenas de la oscuridad.

Allí, esperaré yo.

sábado, 25 de febrero de 2017

La sala de estar de Luxio

El fulgor dorado atravesaba la estancia desde las ventanas, proyectando la sombra de los cuarterones en el suelo y sobre el mobiliario. Las cortinas de carmín reposaban inertemente, dejando que la gravedad condicionase su posición sin que brisa alguna las importunase. El terciopelo rojo del sofá resplandecía como el primer día, dejando que las molduras de madera dorada limitasen el perfil de remaches de igual color que mantenían la tela en su posición inmutable. La mesa redonda con una pata centrada albergaba en su cúspide plana algunos escritos, amén de un jarro de flores de vívidos colores y un plato con pastas. Era, no cabe duda, una imagen realmente tranquilizadora.

La alfombra del suelo otorgaba a la estancia cierto nivel, dotándola de ese aura acogedora y que invitaba al reposo. En el ambiente, una cortina homogénea de polen sintético que reflejaba los colores áureos del resplandor exterior, ofreciendo un filtro cálido al conjunto de la habitación. La pared del fondo no era más que un infranqueable muro de libros, descansando sobre muchas repisas y enseñando sus lomos de cuero, algunos más relucientes, otros más desgastados.


La madera de las paredes estaba perfectamente cuidada, con un color oscuro que realzaba lo acogedor del conjunto. La tetera respiraba humeante sobre una mesita auxiliar, situada entre el sofá y el sillón, reteniendo en la medida de lo posible el calor de su contenido. Las tazas de porcelana fina, a juego con la tetera, y adornadas con acabados de oro, se encontraban en la balda inferior de la mesita, junto a las cucharillas de metal y el azucarero.