viernes, 6 de abril de 2012

La gran aventura de Al - Capítulo 2

     Al llegó a una extensa explanada y apagó el motor para no gastar más gasolina. Bajó de un salto y, con la mano a modo de visera miró el horizonte buscando a alguien para preguntar dónde estaba. Evidentemente, no encontró a nadie, ya que estaba en las llanuras de la Soledad, una gran extensión lejos de su pueblo Libertigualfraternal; de hecho, estaba alejado de cualquier resto de ser humano. El aire era cálido y el suelo arisco, con algún arbusto de vez en cuando. Llegados a este momento, Al decidió volver al coche y seguir hacia el horizonte hasta llegar a algún sitio. Pero cuando estaba a escasos metros de él, bajo sus pies el suelo comenzó a temblar; se apartó justo a tiempo, ya que donde estaba apareció del suelo un topo con gafas, casco y pico. El topo se limpió la tierra de la cara y miró atentamente a Al:
-Hola, me llamo Obrero-12508 y me han enviado aquí porque has entrado en nuestro territorio. Estás arrestado.
- ¿El qué? ¿Cómo has dicho?
- Hola, me llamo Obrero-12508 y me han enviado aquí porque has...
- ¡Cállate! Ya te había oído la primera vez. ¿Pero por qué estoy arrestado?
- Entrar en nuestro territorio está castigado con arresto inmediato y dos años en el calabozo, así que...
- ¡Ja ja ja! No me hagas reír, por favor. ¡Si apenas me llegas a la cintura!
- Tú lo has querido... -Nada más decir eso, Al notó un pinchazo en la espinilla y cerró los ojos durante unos segundos...

     Cuando los abrió de nuevo, el topo había desaparecido, y en su lugar había un pequeño agujero oscuro y que emanaba una densa niebla. Al se dirigió hacia el monovolumen, pero en cuanto sacó las llaves, el coche comenzó a convertirse en arena y a deshacerse delante de sus ojos, igual que las llaves que sostenía. De repente, un estruendoso ruido recorrió el cielo y en éste apareció un temible y horrendo arco iris a siete colores. Las nubes se volvieron suaves y esponjosas, el cielo de un añil suave y muy desagradable. Por entre las nubes volaban pegasos rosas y azules, montados por osos pequeños y de peluche de variados colores. Aterrizaron alrededor suyo entre veinte o mil, todos mirándole fijamente:
- ¿Qué queréis de mí? -preguntó tembloroso Al- ¿Qué os he hecho yo?
- ¿Tú? Nada, que nosotros sepamos... -dijo el que parecía le jefe de los jinetes- Hemos venido aquí de vacaciones.
- ¡Ah! Bueno, entonces no pasa nada... Espero que disfrutéis de vuestra estancia aquí.
- Debes saber que nuestros pasatiempos favoritos son la destrucción, la aniquilación y la masacración.
- Vaya, eso cambia bastante las cosas. ¿Entonces no vais a la playa? Ahora que comienza a hacer calor...
- No, no nos gusta la playa, somos más de bañarnos en el gran volcán de nuestro planeta.
- ¿Cómo se llama, vuestro planeta?
- El nombre oficial es Libertigualfraternal, y tengo entendido que nuestra embajada está por aquí cerca. 
- Ahora que pienso... ¿Vuestra embajada la fundaron los franceses?
- Enviamos hace mucho tiempo algunos habitantes de nuestro planeta, dirigidos por un general llamado Napoleón, y ellos se instalaron en Francia. Pero vamos, les pedí máxima discreción, no creo que montaran mucho alboroto; se supone que no los tiene que conocer nadie de este planeta. Seguro que no te suenan de nada los nombres Adolf Hitler, Alberto Mussolini, Francisco Franco, Gengis Kan o Belén Esteban.
- Pues no, no tengo ni idea de quién hablas.

     Al acabar de pronunciar estas palabras, comenzaron a llover alfileres ardiendo; por suerte, Al siempre lleva encima su paraguas metálico ignífugo con rayas. Quitó los peces de encima y lo abrió justo para evitar que se le clavaran los alfileres. Mientras tanto, los ositos morían delante suyo entre sangre, vómitos y fuego, igual que los pegasos. En ese momento, el suelo se convirtió en un grandísimo mar y Al se hundía rápidamente debido a su paraguas. Cuando creía que se iba a ahogar, apareció una sirena y lo sacó del agua; una vez fuera, siguieron volando por el cielo. La sirena dejó caer a Al sobre un sofá con alas que iba a velocidad supersónica. Por suerte, la televisión estaba encendida y echaban el partido de ajedrez, partido que Al llevaba tiempo esperando, pero debido a la velocidad a la que iba, no podía escuchar a los comentaristas y apagó la tele, frustrado. Fue entonces cuando se dio cuenta de que algo extraño pasaba. ¿Pero el qué?

No hay comentarios:

Publicar un comentario