lunes, 9 de junio de 2014

Érase una vez...

Érase una vez, en una pequeña aldea situada en medio de un pequeño bosque, vivía una gentil gente. Mercaderes, pastores, agricultores... todos vivían en harmonía. Y en medio de aquel pueblecito, se alzaba sobre ellos un bonito castillo, con sus torres y sus almenas. En él habitaban un rey y su hija princesa, la cual pasaba las tardes dando de comer a los pájaros en el patio de dicho castillo. Soñaba día y noche con encontrar un príncipe del que enamorarse para poder casarse con él.

Un buen día, en esa pequeña aldea, un enorme gigante se acercó. Todos huyeron atemorizados, dejando sus quehaceres a medias y resguardándose en el castillo, el único lugar seguro de la zona. El rey convocó asamblea extraordinaria, y todo el pueblo se reunión en torno al trono para decidir qué hacer. Finalmente, y ante la tristeza de todos los presentes, se decidió que lo mejor era sacrificar una persona al día, de forma que el gigante pudiese dejarlos en paz. El sacrificado se elegiría a sorteo cada día, a lo que nadie puso pegas, pues todos querían lo mejor para sus vecinos y sus familias.

Tras unos días, la fortuna decidió que fuera la princesa la que saliera elegida. El rey pidió un segundo sorteo, pero la princesa, con gran honor y compasión, decidió sacrificarse por el bien del pueblo. Estaba lista, preparada ante el gran y malvado gigante, cuando de repente, en la lejanía, la silueta de un caballero montado sobre su corcel se vislumbraba. Éste, al ver a la princesa en apuros, desenvainó su espada y retó al gigante a un duelo. Éste aceptó, sin saber la amarga derrota que le esperaba.

Al amanecer del día siguiente, tanto el caballero desconocido como el gigante aparecieron en el descampado de los duelos, rodeado de toda la gente dle pueblo, que no querían perderse tal evento. El duelo se dio por comenzado, y el caballero agarró con fuerza su espada y arremetió contra la espinilla del giante. Éste gritó dolorido y se desplomó al suelo con un gran golpe seco. Estaba muerto.

La gente vitoreó al caballero, el cual reveló su grandiosa belleza al quitarse el yelmo. Al mirar a los ojos de la princesa, ambos se enamoraron perdidamente el uno del otro y decidieron celebrar la boda ese mismo día, ante el cuerpo sin vida del gigante que unos días antes había atemorizado al pueblo. Desde ese día, todos fueron felices y comieron perdices. FIN.

¡ALTO AHÍ! ¡Para! ¡Stop! ¡Quieto!

¿Cómo? ¿Quién es? ¿Qué sucede?

Bien. Me han llamado del Centro de Literatura Mediocre, el CLM, para informarme de tu actividad. Debes saber que lo que acabas de hacer atenta contra la ley para la escritura creativa vigente el 23 de...

¿Qué? ¿Qué está diciendo? ¿Quién es? ¿Y cómo se atreve a interrumpir mi historia? Había quedado muy bien.

¿Perdone? (¿Le puedo tutear?)

Sí, claro.

Bien. ¿Perdona? Primero, he esperado pacientemente a que acabaras la historia, para ver si el final resultaba algo mejor, pero está claro que te sobrevaloré. Después, la historia no ha quedado "bien". Ni siquiera ha quedado. De hecho, no lo llamaría ni historia. Anécdota de borracho, eso sí, sería más apropiado. ¿No has visto la pedazo de mierda que has escrito? ¿Estás ciego?

¿Cómo te atreves? Yo he creado esta historia, es mía, y yo hago lo que me da la gana con ella. ¿Te queda claro?

¡Error! Porque sea tuya no quiere decir que puedas hacer lo que quieras. Aún si fueras un filósofo, te podría colocar esto como reflexión o paradoja, pero no. Tú mismo lo has clasificado en el apartado de "historias". Y siento decirte, amigo mío...

No soy tu amigo.

... que "eso" que has escrito tú no es ni por asomo una "historia".

Es una historia porque cuenta cosas. Y punto. No es tan complicado de entender.

No, amigo mío...

Que no soy tu amigo.

... estás muy equivocado. Una historia tiene personalidad, sentimientos, profundidad, moraleja, personajes, psicología, énfasis, éxtasis, alma...

Que sí, que sí... ¿Has terminado ya?

Me ofendes, amigo mío...

No, no soy tu amigo.

... me ofendes. Para que quede claro, yo no soy aquí tu enemigo;...

Tampoco eres mi amigo.

... soy tu amigo.

No, creo que ha quedado bastante claro que no.

Sé lo que estás pensando. ¿Por qué lo he hecho tan mal? ¿Cómo puedo mejorar? No quiero ser un mediocre toda mi vida...

Yo no pienso eso.

Pero tú no tienes que pensar en eso.

No lo hago.

¿Eres un mediocre? ¿Y qué más da? No todo el mundo está hecho para ser alguien. Tú, amigo mío...

Sigo sin ser tu amigo.

... no eres tan mediocre como pueda parecer. Lo veo en tí, eres especial, eres un mediocre que puede no ser un mediocre.

La verdad es que no me considero un mediocre para nada.

¿Ves? ¡Esa es la actitud! No soy un mediocre. Soy el mejor. Arrasaré con todo el mundo y asesinaré todo aquel que me critique.

No, si yo acepto las críticas bastante bien. Y la mayoría son bastante positivas.

¡Eso es! ¡Sigue así! Piensa en grande y serás grande. Di que sí. Y estás de suerte, amigo mío,...

No quiero ser tu amigo.

... pues hoy me siento generoso. Te ayudaré. Sí, eso es, te ayudaré a escribir una gran historia. ¿No es fantástico?

No.


Tú y yo, codo con codo, ambos aportando ideas para crear la mejor historia del mundo. Tira a la papelera toda esa mierda y comencemos de nuevo. Tu imaginación y mi control de la lengua y la escritura. ¡Seremos imparables!

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