sábado, 25 de febrero de 2017

La sala de estar de Luxio

El fulgor dorado atravesaba la estancia desde las ventanas, proyectando la sombra de los cuarterones en el suelo y sobre el mobiliario. Las cortinas de carmín reposaban inertemente, dejando que la gravedad condicionase su posición sin que brisa alguna las importunase. El terciopelo rojo del sofá resplandecía como el primer día, dejando que las molduras de madera dorada limitasen el perfil de remaches de igual color que mantenían la tela en su posición inmutable. La mesa redonda con una pata centrada albergaba en su cúspide plana algunos escritos, amén de un jarro de flores de vívidos colores y un plato con pastas. Era, no cabe duda, una imagen realmente tranquilizadora.

La alfombra del suelo otorgaba a la estancia cierto nivel, dotándola de ese aura acogedora y que invitaba al reposo. En el ambiente, una cortina homogénea de polen sintético que reflejaba los colores áureos del resplandor exterior, ofreciendo un filtro cálido al conjunto de la habitación. La pared del fondo no era más que un infranqueable muro de libros, descansando sobre muchas repisas y enseñando sus lomos de cuero, algunos más relucientes, otros más desgastados.


La madera de las paredes estaba perfectamente cuidada, con un color oscuro que realzaba lo acogedor del conjunto. La tetera respiraba humeante sobre una mesita auxiliar, situada entre el sofá y el sillón, reteniendo en la medida de lo posible el calor de su contenido. Las tazas de porcelana fina, a juego con la tetera, y adornadas con acabados de oro, se encontraban en la balda inferior de la mesita, junto a las cucharillas de metal y el azucarero.

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