domingo, 17 de agosto de 2014

Cursi

Cuando era pequeño y me preguntaban por la felicidad yo me imaginaba a mí mismo en un enorme mansión, podrido de dinero y con todos los bienes materiales que pudiera tener. Al llegar a la adolescencia, supe que ser millonario es algo demasiado fortuito como para pensar en ello como una opción de futuro, pero tenía clarísimo que quería ir por la senda de la ciencia, un camino costoso y pobre, pero bonito a su manera. También pensaba en que quería vivir mi vida solo. Esos son los típicos pensamientos de un adolescente con familia numerosa: vivir lejos de todo el mundo, en un piso en medio de la ciudad mas alejada de todas o en una cabaña en mitad del bosque. Me equivocaba.

He pasado mi adolescencia y veo las cosas de otra manera. Me sigue encantando la ciencia, pero en lo referente a mi soledad... No estoy hecho para quedarme solo. Necesito alguien que me acompañe. Y por suerte (la suerte que me imaginaba de pequeño al tener tres mansiones por todo el país no es nada comparado con esta suerte) encontré la persona ideal. Y, muy a mi sorpresa, se cumplieron todos los estereotipos cursis que me enseñaron las películas Disney a lo largo de tantos años. Primero, he de decir que sí, el dinero no da la felicidad. Al menos hay otras formas de llegar hasta ella, lo tengo comprobado. Tener a tu lado alguien que te da felicidad infinita... eso sí es ser feliz. También me decían que tu media naranja tiene la increíble facultad de conocerte en lo más profundo de tu ser desde el primer instante. Magia negra, seguramente, pero completamente verídico. Si dudo en algo (¡cualquier cosa!) sobre mi persona, ya sé a quién preguntarle, y más fíablemente que mi madre. Y lo de "hasta que la muerte los separe"... eso también se cumple, ya que, en realidad, es lo mismo. Es decir, él es mi vida, por lo que si se va, llega mi muerte, al menos de una parte de mí, concretamente la parte que se encarga de hacerme sentir emociones. Sin él, el corazón deja de latirme, y claro, me muero.

Puede sonar todo muy cursi y de princesas, pero... ¿sabéis qué? El amor en sí es cursi, y si describir mi amor me vuelve cursi (que lo hace), que así sea. Sólo puedes describir el amor de tu vida siendo cursi, porque ser cursi está reservado a los que ya han encontrado el amor verdadero. Si eres cursi, puedes morir en paz, ya que tienes a alguien a tu lado para el resto de tu vida. Perdí hace tiempo toda vergüenza respecto este tema, y estoy muy orgulloso de decir que...




mi novio me vuelve cursi.

1 comentario:

  1. "Entre enlaces iónicos;
    tan débiles como un concubinato,
    y enlaces covalentes;
    tan fuertes como un matrimonio,
    van forjándose las moléculas
    como si fueran familias
    de un vecindario microscópico...


    Y todavía hay quién cree
    que el amor no existe."

    Para Stephany.

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